jueves, 18 de octubre de 2007

Tinc una resposta per a vostè

Dimarts al vespre vam veure reproduïda a la televisió una conversa que, qui més qui menys, tots els catalans ens hem vist obligats a mantenir en qualsevol racó d’Espanya. En aquest sentit, Tengo una pregunta para usted va ser el fidel reflex de les barbaritats que vostè i jo hem hagut d’escoltar a Madrid, Sevilla o Valladolid quan hi hem anat per feina, a veure la família o a fer la mili.

Per això, al plató de TVE, Josep-Lluís Carod-Rovira ens va representar una mica a tots, i ell n’era conscient. I suposo que per això va abandonar el paper conciliador del català apocat, amb aquell puntet d’humiliació que comporta, i va respondre, jugant a l’atac, contra la xenofòbia antropològica –telúrica, gairebé– de l’espanyol histèric. Va vèncer, naturalment. Convèncer, només ho devia fer aquí. Però el gest s’ho valia.

Crec, a més, que la intervenció de Josep-Lluís Carod-Rovira s’adiu amb els nous temps, amb l’era de la globalització que ens iguala i ens singularitza. Ja no cal gastar-se més milions en exposicions a Madrid, que no fan més que insistir, una i altra vegada, en la disculpa pel fet d’existir. Si, com ens han dit cent vegades, parlar en català és de mala educació –perquè una conversa en anglès o francès faran veure que l’entenen– és perquè milers de catalans ho hem assimilat i repetit només travessar l’Ebre (o la Sénia, que és pitjor). Per això la senyora de Valladolid (aquella que acabava de sortir de la perruqueria) va menysprear el català, perquè està acostumada a fer-ho, si convé, davant de catalans.

El “'yo no me llamo José Luis'” de Carod-Rovira va ser una espurna d’autoafirmació que aquest país necessitava. I el “yo no me llamo Pérez”, un gest de dignitat imprescindible que, per una vegada, tallava les ales a un gegant amb peus de fang que emet i distribueix el pitjor periodisme de tot Europa Occidental. Ben fet.
Salvador Cot
Article publicat al diari Avui, dijous 18 Octubre de 2007
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domingo, 14 de octubre de 2007

Sanitat pública o privada?

M’estic llegint un llibre d’economia en el que, en un dels capítols, apareix allò que discutíem l’altre dia...

“Vamos a tratar de explicar por qué el sistema de asistencia sanitaria de los Estados Unidos está funcionando tan terriblemente mal. Estados Unidos confía en que los seguros de enfermedad privados financian la mayor parte de los costes médicos. Esta situación es poco frecuente: en Gran Bretaña, Canadá y España, por ejemplo, los costes de la asistencia sanitaria son cubiertos en su mayor parte por el Estado. En Austria, Bélgica, Francia, Alemania y Holanda, los gastos médicos se pagan mediante un sistema de “seguro social”: para la mayoría de las personas, es obligatorio contratar un seguro, pero las primas de la póliza están ligadas, por ley, al tamaño de su renta y no al riesgo de presentar una demanda de cobertura.
En el sistema de Estados Unidos la contratación del seguro médico es voluntaria y las primas están conectadas al riesgo, no a la renta del asegurado; sin embargo, estos principios fundados en el mercado, y apreciado por muchos estadounidenses, no parece estar proporcionando una cobertura médica que los satisfaga. Un reciente sondeo reveló que sólo el 17 por ciento de los encuestados en Estados Unidos estaban contentos con el sistema de asistencia sanitaria y consideraban que eran necesarias reformas, aunque no sustanciales: ¿Por qué el descontento? (…)

Es bastante sencillo describir las razones superficiales: el sistema es enormemente caro, muy burocrático y extremadamente irregular en su prestación. Primero, el gasto: la asistencia médica en Estados Unidos cuesta un tercio más, por persona, que en su rival más cercano, la superpudiente Suiza, y duplica el gasto que representa para muchos países europeos. El Gobierno de Estados Unidos por sí solo gasta más por persona que la suma del gasto público y privado de Gran Bretaña, a pesar de que el Estado británico proporciona a todos sus residentes una cobertura médica gratuita.

(…) Deberíamos esperar que el sistema de aseguramiento privado, de carácter voluntario, fuese irregular: existe un pequeño número de personas, que tienen costes más apremiantes que el seguro de enfermedad (por ejemplo, los jóvenes pobres, que tienen poco dinero y creen, con razón, que tienen pocas probabilidades de caer gravemente enfermos), que abandonarán el sistema. Como resultado de ello, las compañías de seguros médicos, precisando cubrir sus costes, aumentarán las primas del cliente promedio, con lo que ahuyentarán a un número de personas cada vez mayor.

(…) Desgraciadamente, mientras los mercados pueden fallar, los Gobiernos también pueden hacerlo. Como es de esperar, el sistema sanitario británico (totalmente gratuito) se encuentra masificado, la gente tiene, a menudo, que esperar para ser atendida, y la elección del servicio por parte del paciente no es una característica de gran importancia en este sistema: o aceptas cualquier tratamiento que el doctor considere que es el adecuado, o nada. En términos generales, los resultados médicos no son malos, pero las largas listas para ser atendido llevan muchos años siendo la manzana de la discordia. (…)

(…) Entonces, ¿cómo podemos arreglar la cuestión de la asistencia sanitaria? ¿Cómo darles a los pacientes poder de decisión y responsabilidad sin otorgarles una carga demasiado pesada? El mejor sistema sería aquel que obligara al paciente a asumir muchos de los costes, brindándole de este modo un incentivo para que se mantenga informado y pueda tomar decisiones que sean, a la vez, en su propio beneficio y razonablemente económicas, pero que deje los costes más elevados al Estado o a la aseguradora. Podría funcionar, ya que la mayoría de las facturas por atención médica no son “catastróficas” y, por lo tanto, no precisarían el aseguramiento.

¿Cómo sería el funcionamiento detallado de semejante sistema? La personas deberían pagar por la totalidad de la asistencia médica; pero el seguro debería cubrir el coste de las facturas más importantes; y todos deberían poseer una cuenta de ahorro destinada a los gastos médicos, a la cual contribuiría el Estado en caso de pobreza o de enfermedad crónica.“

Tim Harford
“El economista camuflado
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